Acabo de ejercer el voto en las elecciones a Rector de la Universidad de Zaragoza y lo he hecho con las palabras Calidad y Excelencia en la cabeza.
Ambas palabras han aparecido en boca de los candidatos y llevan mucho tiempo ya entre nosotros. De lo que no estoy tan seguro es de que su significado sea el mismo para todos.
Hay dos conceptos fundamentales relacionados con ambas. El primero, es qué se entiende por calidad o excelencia; y el segundo, cuál es el modo de alcanzar dicha excelencia.
El problema es que la mayoría de las veces se confunde el camino hacia la excelencia como un camino que debe estar repleto de vallas, trabas y problemas y, así, se llega a la conclusión de que el excelente es el más fuerte, el que consigue superar los mayores y más absurdos obstáculos que a alguien se le ocurran para separar el grano de la paja. Podría uno decir que es una visión darwinista de los conceptos de calidad y excelencia.
Cualquiera que entienda de verdad aquello que rodea a la noción de calidad sabe que el camino para alcanzarla debe entenderse como una ayuda, un sendero en el que, a cada paso, alguien te ofrece una mano, un instrumento, un consejo que te ayude a mejorar, a alcanzar lo que nos hayamos propuesto.
Y esto último, lo que nos hayamos propuesto, nuestro objetivo, es otra pieza fundamental de la excelencia: ¿qué nos define como excelentes? ¿dónde queremos llegar y porqué? La calidad se alcanza cuando se cubren las expectativas de aquel que la demanda, que no es otro que nuestros alumnos, en particular, y la sociedad en general. Empecemos, por tanto, por escuchar a las personas que acuden a la universidad bien como alumnos, bien como clientes en demanda de innovación, para saber qué es lo que debemos ofrecerles.
En la universidad hay algunos que entienden que el camino para alcanzar la excelencia debe consistir en un cúmulo de trabas y barreras y que se llama excelente aquel que acumula victorias que engrosan un montón de papeles pero que no aportan nada a nadie más que a ellos mismos.
Y no. No es eso.
Afortunadamente también hay muchos que saben de verdad en qué consiste una universidad pública de calidad. Esperemos que sean esos los que, fruto del día de hoy, tomen las decisiones mañana.
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